domingo, 20 de enero de 2013

Temblor

No podía creer que los cimientos sobre los que estaba parado se estuvieran estremeciendo, ¿cómo? si no hay nada más firme que el suelo que piso. Después del pánico de saberse en peligro, una vez a salvo debería de venir la calma, ¿cierto? Pero el miedo era peor. No era una sensación física, momentánea, que se pudiera explicar, del estilo "está temblando y por eso estoy nervioso"; se trataba más bien de una incertidumbre básica: esto sobre lo que me muevo, el espacio físico de mi existir, tampoco es estable.
No me malinterpreten, puedo aceptar que las ideas se estremezcan, que las circunstancias cambien y que las relaciones dejen de ser iguales, pero ¡que el suelo se mueva! Eso ya parece demasiado, es casi una burla. Bueno, de hecho, tal vez lo es, tal vez se trata de una burla a mi necesidad de garantías. 
Y es que incluso cuando un temblor ya no significa un castigo divino, cuando sabemos exactamente qué factores provocan que las fallas en las placas tectónicas liberen energía, cuando podemos distinguir en qué lugar se originaron y medir con una escala que se ha creado expresamente para eso... incluso entonces la estabilidad [del suelo] es incierta.

1 comentario:

Pia dijo...

Justamente es eso, no hay garantíasde nada. Aunque nos guste pensar lo contrario.