lunes, 14 de septiembre de 2009

Nunca me había pasado. Qué suerte que el tiempo entre una canción y otra fue tan largo. Ya no llegué a la segunda. Preferí el silencio. Mentira. Preferí el ruido de las llantas sobre el pavimento, el rumor lejano del movimiento madrugador, el eco de mis pensamientos en mi cabeza. Sí, me oía en una atmósfera estática que surge del mismo lugar que te obliga a no escucharla, a no escucharte.
Suerte. Salir a las 7:30 de la mañana de tu casa, sin la necesidad de hacerlo.